La maceración (del latín macerare, «ablandar») se define como el ablandamiento y la hinchazón de los tejidos, más comúnmente la piel, como resultado de la exposición prolongada a la humedad. Esta condición compromete la función barrera de la epidermis.
Al examen visual, la piel macerada aparece pálida, arrugada y flácida. Se vuelve muy susceptible a lesiones mecánicas e invasión microbiana. Un ejemplo fisiológico básico de maceración es la piel arrugada tras sumergir los dedos en agua durante períodos prolongados. Sin embargo, el efecto es temporal.
Cualquier contacto prolongado entre la piel y la humedad puede provocar maceración. Fisiopatológicamente, el estrato córneo de la epidermis se sobresatura de agua, lo que provoca la alteración de su integridad. Los factores contribuyentes comunes incluyen:
La maceración no se considera una enfermedad independiente, sino que sirve como un signo clínico importante que puede complicar el curso de muchas afecciones. Aumenta significativamente el riesgo de infecciones bacterianas o fúngicas secundarias.
En el tratamiento de heridas, la piel macerada alrededor de la herida retrasa notablemente la cicatrización debido al exudado excesivo, lo que impide en consecuencia la epitelización. La prevención y el tratamiento se centran en eliminar la exposición a la humedad: cambios oportunos de apósitos, uso de cremas protectoras y aplicación de apósitos altamente absorbentes para heridas.
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