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Sepsis

También conocido como: Envenenamiento de la sangre, Respuesta inflamatoria sistémica

La sepsis (del gr. σῆψις «putrefacción») es un síndrome de disfunción orgánica potencialmente mortal causado por una respuesta desregulada (patológica) del organismo frente a una infección. El concepto clave de la definición Sepsis-3 (2016) es que la sepsis no es la infección en sí misma, sino la respuesta inmunitaria desregulada, excesiva y lesiva del propio sistema inmunitario.

Esta respuesta desencadena lesiones en los tejidos y órganos del huésped, lo que provoca su disfunción y, en ausencia de tratamiento inmediato, puede evolucionar hacia un síndrome de disfunción multiorgánica y muerte. La sepsis es una emergencia médica con una alta tasa de mortalidad, que requiere diagnóstico inmediato y tratamiento intensivo.

Etiología y fisiopatología

El factor desencadenante para el desarrollo de la sepsis es un foco infeccioso de cualquier localización, causado por microorganismos de cualquier tipo: bacterias (con mayor frecuencia), hongos, virus o protozoos.

Los focos de infección más frecuentes son:

  • Pulmones: Neumonía.
  • Cavidad abdominal: Peritonitis, abscesos, pancreatitis necrosante.
  • Sistema urinario: Pielonefritis.
  • Piel y tejidos blandos: Celulitis, heridas infectadas.
  • Infecciones asociadas a dispositivos médicos: Infecciones relacionadas con catéteres.

En respuesta a la infección, el sistema inmunitario libera una cantidad masiva de mediadores inflamatorios (citocinas), desencadenando una «tormenta de citocinas». Esta respuesta inflamatoria sistémica generalizada desencadena vasodilatación, aumento de la permeabilidad vascular y activación de la coagulación (coagulación intravascular diseminada, CID). Como resultado, se altera la microcirculación, cae la presión arterial y los tejidos dejan de recibir suficiente oxígeno (hipoperfusión). La hipoxia celular conduce al deterioro de la función y al fallo de órganos vitales (riñones, pulmones, hígado, corazón, cerebro).

Importancia clínica

El diagnóstico de la sepsis se basa en la identificación de una disfunción orgánica en el contexto de una infección sospechada o confirmada. Para una evaluación rápida al lado de la cama del paciente, se utiliza la escala qSOFA (quick SOFA), que incluye tres criterios:

  1. Alteración del nivel de conciencia (Escala de Coma de Glasgow).
  2. Frecuencia respiratoria aumentada (taquipnea) ≥ 22 rpm.
  3. Presión arterial sistólica baja ≤ 100 mm Hg.

La presencia de dos o más de estos criterios en un paciente con infección indica un alto riesgo de sepsis. El avance de la sepsis puede provocar shock séptico: un estado de hipotensión grave que no se corrige con la fluidoterapia intravenosa y que requiere el uso de vasopresores para mantener la perfusión de los órganos.

El manejo de la sepsis constituye una emergencia médica que se realiza en la unidad de cuidados intensivos. Las medidas clave («Paquete de 1 hora» para la sepsis) incluyen:

  • Inicio inmediato de antibioticoterapia de amplio espectro.
  • Fluidoterapia intravenosa para restaurar la volemia.
  • Control del foco infeccioso (saneamiento quirúrgico, retirada de catéteres).
  • Administración de vasopresores en caso de shock séptico.
  • Mantenimiento de las funciones de órganos vitales (ventilación mecánica, terapia renal sustitutiva).

Diagnóstico diferencial

El cuadro clínico de la sepsis con síndrome de disfunción multiorgánica puede ser semejante al de otras condiciones críticas. El diagnóstico diferencial se establece con el shock cardiogénico (por ejemplo, en el infarto de miocardio), el shock hipovolémico (por pérdida masiva de sangre) y el shock anafiláctico. Los procesos inflamatorios no infecciosos graves, como la pancreatitis destructiva aguda o el traumatismo múltiple grave, también pueden presentar un cuadro clínico similar. La confirmación de la naturaleza infecciosa del cuadro se ve respaldada por la presencia de un foco infeccioso evidente, resultados positivos en los cultivos bacteriológicos y niveles elevados de marcadores inflamatorios, como la proteína C reactiva y, especialmente, la procalcitonina.

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